Artrosis | ¿Qué es?
- 3 dic 2024
La artrosis, también conocida como osteoartritis, es una enfermedad articular degenerativa que afecta principalmente al cartílago articular, los huesos y los tejidos blandos que rodean las articulaciones. Es la forma más común de artritis y se caracteriza por un deterioro progresivo del cartílago, que actúa como amortiguador natural de las articulaciones, causando dolor, rigidez, hinchazón y pérdida de movilidad.
A pesar de ser percibida comúnmente como un proceso natural del envejecimiento o "desgaste" articular, investigaciones recientes han revelado que la artrosis tiene una base multifactorial. Además de los factores biomecánicos, también están involucrados procesos inflamatorios y metabólicos que aceleran la destrucción del cartílago y afectan otros componentes de la articulación, como el hueso subcondral (tejido que se localiza debajo del cartílago) , la membrana sinovial y los ligamentos.
Esta condición puede presentarse en cualquier articulación, pero las más comúnmente afectadas son las de la rodilla, la cadera, las manos y la columna vertebral. Aunque su prevalencia aumenta con la edad, la artrosis no se limita a personas mayores, ya que también puede desarrollarse en adultos jóvenes debido a factores como lesiones previas, obesidad o condiciones genéticas.
Causas
La artrosis tiene un origen multifactorial, lo que significa que su aparición y progresión están influenciadas por diversos factores que afectan tanto a las estructuras articulares como al cartílago. Entre las causas más comunes se encuentran:
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Envejecimiento: es el principal factor de riesgo, con los años, el cartílago articular pierde elasticidad y resistencia, lo que lo hace más susceptible al daño y a la degeneración.
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Sobrecarga y uso excesivo de las articulaciones: actividades repetitivas o de alto impacto, como las relacionadas con ciertos trabajos físicos o deportes, pueden generar estrés en las articulaciones, acelerando su desgaste.
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Traumatismos previos: como fracturas, esguinces o desgarros de ligamentos, pueden dañar el cartílago y predisponer a la artrosis en la articulación afectada.
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Obesidad: el exceso de peso aumenta la carga sobre las articulaciones de carga, como las rodillas y las caderas. Además, la obesidad se asocia con inflamación sistémica, lo que puede empeorar el proceso degenerativo.
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Factores genéticos: algunas personas heredan una predisposición genética a desarrollar artrosis, especialmente en las manos y las caderas.
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Trastornos metabólicos: condiciones como la diabetes o la hemocromatosis (exceso de hierro en el organismo) pueden dañar las articulaciones y aumentar el riesgo de artrosis secundaria.
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Inflamación crónica: aunque la artrosis no es una enfermedad inflamatoria clásica, se ha encontrado que procesos inflamatorios de bajo grado contribuyen a la degradación del cartílago y a la progresión de la enfermedad.
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Alteraciones biomecánicas: desalineaciones articulares, piernas desiguales o pie plano pueden generar un estrés anormal en ciertas articulaciones, favoreciendo el desgaste del cartílago.
Factores de riesgo
La artrosis no es una consecuencia inevitable del envejecimiento, aunque ciertos factores aumentan significativamente el riesgo de desarrollarla, dentro de los que se encuentran:
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Edad: especialmente a partir de los 50 años, debido al desgaste progresivo del cartílago y la reducción de la capacidad de reparación de las articulaciones.
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Sexo: las mujeres, particularmente después de la menopausia, tienen una mayor probabilidad de desarrollar artrosis, probablemente debido a cambios hormonales y diferencias estructurales articulares.
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Genética: personas con antecedentes familiares tienen un mayor riesgo.
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Anomalías congénitas o anatómicas: como displasia de cadera o problemas en la alineación de las articulaciones pueden predisponer a un desgaste temprano.
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Estilo de vida sedentario: la falta de actividad física afecta la fuerza muscular y la estabilidad articular, lo que aumenta el riesgo de artrosis.
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Actividades físicas intensas o repetitivas: trabajos o deportes que implican movimientos repetitivos o impactos constantes pueden provocar microtraumatismos en las articulaciones.
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Dieta y hábitos: una alimentación deficiente en nutrientes esenciales para la salud articular, como vitamina D y calcio, puede aumentar el riesgo de artrosis.
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Inflamación sistémica: enfermedades como la diabetes y el síndrome metabólico generan inflamación crónica que puede acelerar el daño articular.
Diagnóstico
El diagnóstico de la artrosis se basa en una combinación de evaluación clínica, estudios de imagen y pruebas complementarias para descartar o confirmar la enfermedad. A continuación, se describen los pasos clave para diagnosticar la artrosis:
Historia clínica: el médico recopila información detallada sobre los síntomas del paciente, duración, factores que agravan o alivian el dolor y factores de riesgo.
Examen físico: durante el examen físico, el médico evalúa la presión sobre la articulación para localizar áreas dolorosas, rango de movimiento de la articulación, deformidades como protuberancias óseas (osteofitos) o alineación anormal de la articulación o inflamación.
Estudios de Imagen:
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Radiografías (RX), método más común para detectar signos de artrosis, como:
- Reducción del espacio articular (indicativo de pérdida de cartílago).
- Osteofitos (crecimientos óseos en los bordes de las articulaciones).
- Esclerosis subcondral (endurecimiento del hueso debajo del cartílago)
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Resonancia Magnética (RM): útil en casos tempranos o complejos, permite observar cambios en los tejidos blandos, cartílago y hueso que no son visibles en radiografías.
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Análisis de líquido sinovial: en casos donde el diagnóstico no es claro, se puede realizar una aspiración de líquido articular para descartar enfermedades como la artritis reumatoide, infecciones o gota. Este estudio analiza características del líquido sinovial en artrosis normalmente no inflamatorio, con menos de 2000 células por milímetro cúbico.
Un diagnóstico oportuno de la artrosis permite iniciar tratamientos enfocados en aliviar los síntomas, mejorar la función articular y retrasar la progresión de la enfermedad. Además, ayuda a evitar tratamientos innecesarios o incorrectos relacionados con condiciones que pueden imitar los síntomas de la artrosis.
Prevención
Aunque no siempre es posible evitar la aparición de la artrosis, especialmente en casos donde factores genéticos o lesiones previas están involucrados, adoptar ciertas medidas puede reducir significativamente el riesgo de desarrollarla o retrasar su progresión. A continuación, se presentan estrategias clave para prevenir esta enfermedad articular:
Mantener un peso saludable: disminuye la presión sobre las articulaciones y reduce la inflamación sistémica asociada con el exceso de grasa corporal.
Actividad física regular: el ejercicio fortalece los músculos que sostienen las articulaciones y mejora la flexibilidad y el rango de movimiento. Es recomendable incorporar ejercicios de bajo impacto, como natación, yoga o caminatas, ya que el sedentarismo prolongado debilita los músculos y aumenta la rigidez articular, incrementando el riesgo de daño articular. Evitar actividades de alto impacto que puedan desgastar las articulaciones.
Cuidar las articulaciones en la vida diaria:
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Evitar lesiones usando el equipo adecuado para actividades deportivas o laborales.
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Mejorar la postura: mantener una buena alineación corporal para reducir el estrés articular.
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Realizar pausas activas, evitar mantener posturas prolongadas o movimientos repetitivos.
Alimentación saludable: una dieta equilibrada puede contribuir a la salud articular, incluir alimentos ricos en omega-3 (pescados grasos, nueces), frutas, y verduras que tienen propiedades antiinflamatorias. Asegurar el consumo de calcio, vitamina D y antioxidantes para fortalecer los huesos y proteger el cartílago.
Detectar y tratar las lesiones a tiempo: buscar atención médica adecuada tras un traumatismo. Realizar rehabilitación para garantizar una recuperación completa.
Proteger las articulaciones en el trabajo: usar técnicas ergonómicas para reducir el estrés articular. Rotar tareas para evitar sobrecargar una sola articulación.
La artrosis, aunque es una enfermedad degenerativa común, no debe considerarse una consecuencia inevitable del envejecimiento. Con un enfoque preventivo basado en hábitos saludables, atención médica temprana y cuidado adecuado de las articulaciones, es posible reducir significativamente su impacto en la calidad de vida. Adoptar estas medidas no solo protege nuestras articulaciones, sino que también fomenta un estilo de vida más activo y pleno, permitiéndonos disfrutar de nuestras actividades cotidianas sin limitaciones.
Por: Dra. Gema Nandaí Nájera Valdez
Ced. Prof. 13591084
Escuela Superior de Medicina, I.P.N.
Revisado/Modificado: diciembre 2024
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