Artritis reumatoide | ¿Qué es y cómo afecta al cuerpo?
- 23 sept 2025
La artritis reumatoide es una enfermedad crónico-degenerativa. Aunque puede presentarse a cualquier edad, su aparición es más común entre los 40 y 60 años. Esta condición es más frecuente en mujeres: por cada 3 casos, se registra 1 en hombres. Se estima que afecta aproximadamente al 1.2% de la población mundial. En caso menos comunes, puede diagnosticarse en personas más jóvenes, donde se le conoce como artritis reumatoide juvenil.
¿Qué es la artritis reumatoide?
La artritis es la inflamación de una o más articulaciones. Cuando se le añade el término reumatoide, se hace referencia a un origen autoinmune, es decir, a una respuesta del sistema inmunológico en la que el cuerpo produce anticuerpos que atacan por error a las propias articulaciones. La artritis reumatoide es la forma más común de artritis inflamatoria.
¿Es lo mismo que la artrosis?
Aunque muchas personas confunden la artritis reumatoide con la artrosis, en realidad son enfermedades distintas. Si bien ambas pueden causar inflamación articular, su origen y evolución son diferentes. La artrosis es una enfermedad degenerativa relacionada con el desgaste del cartílago articular, asociado principalmente al envejecimiento y a factores biomecánicos, como el uso excesivo de las articulaciones.
¿A quiénes afecta con más frecuencia?
La artritis reumatoide tiene una prevalencia constante a nivel mundial, aunque ciertos factores aumentan el riesgo de desarrollarla:
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Edad: El pico de aparición ocurre entre los 30 y 50 años.
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Sexo: Es entre 2 y 3 veces más común en mujeres. Se cree que los estrógenos podrían influir en la respuesta del sistema inmunológico.
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Infecciones virales o bacterianas: Se ha estudiado la posible relación con el virus de Epstein-Barr, algunos retrovirus y especies de Mycoplasma, aunque su papel exacto aún está en investigación.
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Tabaquismo: Es el principal factor de riesgo conductual asociado.
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Genética: Tener un familiar de primer grado con la enfermedad incrementa el riesgo hasta cinco veces, especialmente cuando existen variantes genéticas en el complejo HLA-DR.
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Otros factores: Niveles bajos de vitamina D, obesidad y el uso prolongado de anticonceptivos orales también se han vinculado con un mayor riesgo.
¿Por qué se produce artritis reumatoide?
El inicio de la enfermedad suele ser insidioso y multifactorial. Diversos factores de riesgo (como el tabaquismo, predisposición genética o ciertos agentes infecciosos) desencadenan una activación progresiva del sistema inmune, especialmente en las superficies mucosas como las vías respiratorias. Este proceso puede desarrollarse a lo largo de varios años
Fase preclínica o “pre-artritis reumatoide”
Durante esta etapa inicial, el cuerpo comienza a producir autoanticuerpos, como el factor reumatoide (FR) y los anticuerpos antipéptido cíclico cirtrulinado (anti-CCP). Estos marcadores pueden estar presentes hasta 10 años antes de que aparezcan los síntomas. Al mismo tiempo, los linfocitos circulantes (tipo de glóbulo blanco o leucocito) se mantienen en constante activación, lo que favorece un entorno de inflamación sistémica gradual y silenciosa.
Fase clínica o inflamatoria sinovial
Después de mucho tiempo, se pueden formar inmunocomplejos (unión de autoanticuerpos con componentes de las articulaciones), que activan las células inmunes presentes en las articulaciones, como los mastocitos. Esto desencadena una cascada inflamatoria que estimula la producción de citoquinas y otras sustancias proinflamatorias.
Una vez que el proceso inflamatorio está establecido, la membrana sinovial, que recubre el interior de las articulaciones móviles, los tendones y bolsas serosas que producen líquido sinovial, se engrosa y pierde su función protectora. Como consecuencia, se degrada el cartílago y el hueso. De no tratarse a tiempo, se puede perder la función articular. En etapas avanzadas, esto puede llevar a discapacidad física y afectar otros órganos del cuerpo.
¿Cuáles son sus efectos en el cuerpo?
Los efectos de la artritis reumatoide provienen de la inflamación crónica que caracteriza a la enfermedad. Esta puede avanzar de manera gradual, a lo largo de semanas o meses, y provocar cambios tanto en las articulaciones como en otros órganos y tejidos.
Alteraciones articulares
La artritis reumatoide suele comprometer múltiples articulaciones de manera simultánea, en especial las de manos, muñecas y pies. Se caracteriza por un inicio progresivo y por afectar de forma simétrica, es decir, en ambos lados del cuerpo. Con el tiempo, estos cambios pueden impactar en la funcionalidad articular y en la realización de actividades diarias.
Alteraciones extraarticulares
Además de las articulaciones, la artritis reumatoide puede comprometer otros órganos y tejidos. Esto ocurre porque los mismos procesos inflamatorios que dañan las articulaciones también pueden manifestarse en distintas partes del cuerpo.
Entre las áreas más afectadas se encuentran el hueso, con pérdida de masa ósea, y los músculos, con disminución de su fuerza. También pueden verse comprometidos órganos como la piel, los ojos, los pulmones, el corazón, los riñones y las glándulas salivales, así como los vasos sanguíneos, el sistema nervioso y la médula ósea. Otro aspecto importante es la composición corporal, ya que es común que aumente la grasa corporal, lo que favorece la inflamación. No obstante, este efecto puede reducirse con ejercicio regular y un adecuado control de la enfermedad.
Se estima que hasta un 40% de las personas con artritis reumatoide pueden presentar algún tipo de alteración extraarticular a lo largo de su evolución. Este riesgo es mayor en personas de mayor edad, con autoanticuerpos positivos, ciertas variantes genéticas como el HLA-DRB1, mayor duración de la enfermedad, presencia de discapacidad temprana o antecedentes de tabaquismo.
¿Cómo se diagnostica la artritis reumatoide?
La sospecha de artritis reumatoide aumenta cuando existe inflamación en varias articulaciones. En la valoración inicial, el médico puede solicitar pruebas de laboratorio que incluyen los llamados reactantes de fase aguda, como la velocidad de sedimentación globular (VSG) y la proteína C reactiva (PCR), cuyos niveles se elevan en presencia de inflamación.
También se realizan pruebas serológicas, entre ellas el factor reumatoide y los anticuerpos anti-CCP. Ambos ayudan a confirmar el diagnóstico, aunque los anti-CCP son más específicos para esta enfermedad.
En cuanto a los estudios de imagen, las radiografías de manos y pies permiten observar inflamación en los tejidos blandos y pérdida de hueso alrededor de las articulaciones. Cuando la exploración física no es concluyente, puede recurrirse al ultrasonido articular o, en ciertos casos, a una resonancia magnética.
El diagnóstico definitivo se establece siguiendo los criterios de clasificación ACR/EULAR 2010, que toman en cuenta el número y localización de las articulaciones afectadas, los resultados de laboratorio y la duración de los síntomas. Dado que la inflamación articular puede estar presente en muchas enfermedades, a menudo es necesario realizar un diagnóstico diferencial para descartar otras causas.
¿Cuál es el tratamiento de la artritis reumatoide?
El objetivo principal del tratamiento es reducir la inflamación y así evitar el daño progresivo en el cartílago y el hueso, lo que puede conducir a deformidad o pérdida de la función articular.
El tratamiento combina dos enfoques:
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Farmacológico: incluye el uso de medicamentos llamados modificadores de la enfermedad, que ayudan a controlar la inflamación y a alcanzar la remisión o una actividad mínima de la artritis reumatoide. La elección del fármaco y la dosis se ajusta de forma individualizada según cada paciente.
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No farmacológico: se basa en cambios en el estilo de vida y medidas físicas que apoyan el control de la enfermedad. Entre ellos se recomienda realizar ejercicio regular, mantener una alimentación saludable como la dieta mediterránea (rica en frutas, verduras y baja en ultraprocesados), evitar el tabaquismo, moderar el consumo de alcohol y mantener un peso adecuado. En algunos casos también puede considerarse la cirugía para mejorar la función articular.
Un diagnóstico no define tu futuro: controlar la enfermedad sí
La artritis reumatoide es una enfermedad compleja, pero con el tratamiento adecuado muchas personas logran mantenerla bajo control e incluso alcanzar una remisión sostenida.
Un diagnóstico temprano, el apego al tratamiento y los cambios en el estilo de vida pueden marcar la diferencia, ayudando a frenar la progresión y a mantener una buena calidad de vida.
El monitoreo médico continuo también es clave: permite ajustar el tratamiento de acuerdo con cada etapa de la enfermedad. Por eso, las guías recomiendan evaluaciones periódicas, primero cada tres meses y después, una vez estabilizada, al menos dos veces al año.
Con constancia, acompañamiento y cuidado, la enfermedad no tiene por qué definir tu futuro: siempre hay espacio para buscar bienestar y calidad de vida.
Por: Dra. Gema Nandaí Nájera Valdez
Ced. Prof. 13591084
Escuela Superior de Medicina, I.P.N.
Revisado/Modificado: septiembre 2025
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