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¿Sabías que los trastornos hipertensivos son las complicaciones más frecuentes en el embarazo?

Es la imagen de una mujer embarazada con su esposo en un consultorio donde le están tomando la presión. La mujer viste una camisa blanca con rayas rojas y azules y un pantalón de mezclilla, su esposo tiene una camisa azul cielo.

Para muchas mujeres, el deseo de ser madre es uno de los anhelos más profundos y significativos de la vida. El embarazo es una etapa apasionante lleno de anticipación y preparación, pero también implica una gran responsabilidad, ya que los futuros padres deben cuidar la salud del futuro bebé.

A pesar de ser una etapa llena de esperanza y sueños por cumplir, debemos comprender que también pueden existir desafíos, por este motivo, es crucial tener información sobre todos los aspectos del embarazo, incluyendo las posibles complicaciones asociadas.

El embarazo es un estado de múltiples remodelaciones para dar vida a un nuevo ser humano, uno de los principales cambios fisiológicos que se presentan, es la presión arterial, ya que varía a lo largo de los trimestres.

¿Qué son los trastornos hipertensivos?

Los trastornos hipertensivos, también llamados estados hipertensivos del embarazo (EHE), son una de las principales causas de morbimortalidad materna y neonatal.  De acuerdo con la Sociedad Europea de Cardiología y el Colegio Americano de Gineco-obstetricia, estos trastornos se clasifican en cuatro grupos: hipertensión gestacional, hipertensión arterial crónica, preeclampsia con o sin criterios de severidad e hipertensión arterial crónica con preeclampsia sobreagregada.

¿Qué es la preeclampsia?

Dentro de estos, la complicación más temida es: la preeclampsia, que se define como cifras tensionales sostenidas por arriba de 140/90 mmHg asociado a presencia de proteínas en orina (proteinuria) en embarazadas con más de 20 semanas de gestación o una semana posterior al nacimiento del bebé.

La preeclampsia afecta entre el 5 y el 8% de los embarazos y es responsable de aproximadamente 50 mil muertes maternas anuales en todo el mundo. El 5% de estos casos pueden evolucionar a eclampsia (presencia de convulsiones), incluso llegar a desarrollar síndrome de HELLP (afección sistémica mortal).

Los factores de riesgos asociados son diversos y multifactoriales, pueden ir desde la edad mayor a 40 años y la raza hasta la nutrición materna, incluso la situación laboral y el clima húmedo tropical. Sin embargo, la fisiopatología sigue siendo un misterio médico, actualmente la aparición de esta condición se ha asociado con una implantación anormal de la placenta, una remodelación insuficiente de las arterias espirales (encargadas de brindar flujo sanguíneo y nutrientes a la placenta y al bebé) y una expresión alterada de proteínas placentarias.

¿Cómo se puede diagnosticar?

La preeclampsia se puede diagnosticar desde el primer nivel de atención mediante la toma de la presión arterial, exámenes de laboratorio como el examen general de orina, enzimas hepáticas, entre otros. Con el paso del tiempo, se han descubierto múltiples marcadores que pueden permitir el diagnóstico temprano de esta entidad. Sin embargo, estos biomarcadores séricos de forma aislada tienen baja capacidad de predicción, por lo que siempre es importante acudir con un especialista cuya facultad permite valorar los factores de riesgos, signos y síntomas, así como una adecuada correlación clínica.  

Uno de los marcadores más utilizados es el factor de crecimiento placentario (PIGF-) cuya función es promover la viabilidad de las células y ayuda en la angiogénesis (formación de vasos). De forma común aumenta de forma constante los primeros trimestres y alcanza su pico máximo entre las 29 y 32 semanas de gestación, disminuyendo gradualmente en el último trimestre. Sus valores en gestantes con preeclampsia suelen ser menores a final del primer trimestre.

Cuando se asocia con la forma soluble de la tirosina quinasa 1 (SFLT-1), proteína antiangiogénica por excelencia, se puede determinar el cociente SFLT-1/PIGT que se eleva en la presencia de preeclampsia. Esta medición alcanza su máxima diferencia entre las 26 y 32 semanas de gestación. En ocasiones los valores pueden ser similares en el embarazo normal y aquel que tiene factores de riesgo para desarrollar preeclampsia.

El tamizaje adecuado durante todo el embarazo permite tomar medidas para reducir la presencia de complicaciones asociadas. En el caso específico de la preeclampsia, el cálculo del riesgo durante el primer trimestre permite una intervención inmediata. Cuando el tamizaje se realiza en el segundo y tercer trimestre, la combinación del cociente SFLT-1/PIGT con marcadores ecográficos como el índice de pulsatilidad de las arterias uterinas, mejora su sensibilidad.

La preeclampsia es una entidad clínica que puede prevenirse y tratarse a tiempo, siempre que como futuros padres seamos conscientes de que nuestro mejor aliado es el control prenatal. Acudir a las citas médicas con un especialista calificado, realizarse ultrasonidos y estudios de tamizaje pueden permitir un diagnóstico temprano de enfermedades relacionadas al embarazo y disminuir considerablemente sus complicaciones.

 

Por: Dra. Gema Nandaí Nájera Valdez

          Ced. Prof. 13591084

          Escuela Superior de Medicina, I.P.N.

Elaborado: abril 2024

 

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