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¿Qué pasa en tu cuerpo cuando corres?

Grupo de personas corriendo en una carrera sobre asfalto; se destacan piernas en movimiento con ropa deportiva y tenis, representando actividad física y ejercicio cardiovascular.

En la actualidad, muchas personas buscan una actividad física que no solo les ayude a sentirse bien consigo mismas, sino que también les proporcione una mejor imagen corporal. Sin embargo, hacer ejercicio va más allá del aspecto físico o la pérdida de peso; se trata de obtener beneficios integrales para la mente, el cuerpo y la salud metabólica.

Una de las actividades que ha ganado mayor popularidad en los últimos años es correr, también conocido como running. Esta práctica ha trascendido como una tendencia, y cuando una persona comienza a ejercitarse de esta forma que además resulta bastante accesible, ya que no requieres pagar por un lugar específico para hacerlo se dice que ha iniciado su “running era”.

Desde carreras de 2 km hasta maratones de 42 km, los beneficios de esta actividad física son numerosos. No importa si comienzas a los 15 o a los 50 años: cualquier ejercicio que ayude a mejorar la respiración, la circulación sanguínea, aumentar la masa muscular y reducir la grasa corporal, debería convertirse en parte de una rutina accesible y constante.

Pero lo que realmente sorprende ocurre bajo la piel: correr activa una serie de reacciones fascinantes que transforman por completo el funcionamiento del cuerpo.

La respuesta de tus músculos ante el esfuerzo físico

Cuando das tus primeros pasos en una carrera, tu cuerpo entra en acción como una máquina perfectamente coordinada. Tu respiración se acelera, el corazón bombea con más fuerza y el oxígeno comienza su viaje hacia los músculos que trabajan intensamente.

Los protagonistas de este movimiento son los músculos esqueléticos, que permiten el desplazamiento y están formados por unidades llamadas fibras musculares. Estas fibras responden a señales enviadas por neuronas motoras y se dividen en dos tipos: fibras rojas o de contracción lenta, ideales para esfuerzos prolongados, y fibras blancas o de contracción rápida, que entran en juego durante actividades intensas y breves.

Durante una sesión de running, ambos tipos de fibras se activan en función de la intensidad y velocidad del ejercicio. Para sostener este esfuerzo, el cuerpo recurre a distintas fuentes de energía: al inicio, emplea creatina para mantener la concentración de ATP, esencial en esfuerzos de corta duración. De hecho, se ha demostrado que una carga previa de carbohidratos o creatina monohidratada puede mejorar el rendimiento físico.

A medida que el ejercicio se prolonga, las reservas de glucógeno y ácidos grasos musculares comienzan a agotarse. Entonces, el cuerpo recurre a la glucosa circulante, los ácidos grasos libres y ciertos aminoácidos en sangre conocidos como aminoácidos gluconeogénicos para continuar produciendo energía.

¿Cuál es el papel del sistema circulatorio en cada zancada?

También conocido como sistema cardiovascular, está compuesto por el corazón, los vasos sanguíneos (arterias, venas y capilates) y la sangre. Durante el ejercicio, su función esencial es suministrar oxígeno a los músculos y transportar subproductos metabólicos (como equivalentes de protones) desde los músculos hasta los pulmones para su eliminación.

Este proceso se logra gracias a varios ajustes fisiológicos: el aumento de la frecuenta cardiaca (número de veces que el corazón late por minuto), el incremento del volumen sistólico (cantidad de sangre que el corazón bombea en cada latido), y la disminución de la resistencia vascular sistémica y pulmonar (resistencia al paso de la sangre por los vasos sanguíneos y al flujo de aire en los pulmones, respectivamente).

Durante una carrera progresiva, la frecuencia cardiaca aumenta en paralelo con el consumo máximo de oxígeno (VO₂ máx). Además, la frecuencia cardiaca máxima depende en gran medida de la masa magra corporal: por ejemplo, una persona desnutrida puede presentar una respuesta cardiaca reducida durante el esfuerzo máximo

Por otro lado, el gasto cardiaco aumenta aproximadamente 5 ml/min por cada ml/min que eleva el consumo de oxígeno. En atletas de élite, se han reportado gastos cardiacos máximos de hasta 40 litros por minuto, lo que significa que, en estos casos, la limitación puede venir antes por la capacidad respiratoria que por la cardiaca. ¡Impresionante, ¿no?!

Además, durante el ejercicio, el cuerpo prioriza el envío de sangre hacia los músculos activos, reduciendo el flujo hacia órganos que no están directamente involucrados en el movimiento, como los intestinos y los riñones. En condiciones de reposo, los pulmones reciben más del 95 % del gasto cardiaco, pero durante la actividad física intensa, el aumento del gradiente de presión en los vasos pulmonares provoca una expansión pasiva de su circulación. Esto es posible gracias a que los vasos sanguíneos pulmonares son altamente complacientes, es decir, tienen la capacidad de distenderse para adaptarse al mayor flujo sanguíneo sin generar un aumento brusco en la presión.

¿Cómo se adapta tu respiración durante la carrera? 

Para comprender la respiración, es importante recordar que esta función está a cargo del sistema respiratorio, que inicia en la nariz y la boca, y termina en el diafragma, un músculo que permite la expansión y contracción de la caja torácica.

La respiración es un conjunto de procesos coordinados que facilita el intercambio de gases: permite la entrada de oxígeno y la eliminación del dióxido de carbono entre el cuerpo y el ambiente. Lo impresionante es que, durante el ejercicio, los niveles de oxígeno y dióxido de carbono en la sangre se mantienen dentro de rangos muy estrechos, a pesar del aumento rápido e intenso de la tasa metabólica.

La ventilación por minuto, que es el volumen de aire que se inhala y exhala en un minuto, se incrementa gracias al aumento de la frecuencia respiratoria (el número de respiraciones por minuto). En adultos sanos, esta frecuencia puede alcanzar un máximo de hasta 50 respiraciones por minuto durante el ejercicio intenso.

Además, se incrementa el volumen corriente, es decir, la cantidad de aire inhalado por respiración, hasta alcanzar una meseta que representa aproximadamente el 60 % de la capacidad vital en reposo. En conjunto, ¡la ventilación por minuto puede aumentar hasta 10 veces durante una carrera intensa!

Sin embargo, aún no se comprende completamente cuáles son los mecanismos exactos mediante los cuales el organismo regula este aumento de la ventilación durante el ejercicio.

Oxígeno y dióxido de carbono: la danza invisible en tu carrera

Cuando corres, tu cuerpo trabaja para mantener los niveles de oxígeno en la sangre casi igual que cuando estás en reposo. Esto es sorprendente si consideramos todos los cambios que ocurren. Para lograrlo, el cuerpo pone en marcha varias adaptaciones: entra más oxígeno a los pulmones, se mejora la distribución del aire y la sangre dentro de ellos, aumenta el área donde se realiza el intercambio de gases, y se reduce la cantidad de sangre que circula sin recibir oxígeno.

A medida que el esfuerzo físico se intensifica, especialmente al superar lo que se conoce como umbral de lactato (el punto donde se empieza a acumular ácido láctico en los músculos), el cuerpo responde aumentando la cantidad de aire que respiras. Esto se llama hiperventilación y permite inhalar más oxígeno y eliminar más dióxido de carbono.

¿Por qué se produce más dióxido de carbono en este punto? Porque el cuerpo intenta neutralizar el ácido láctico que se genera con el esfuerzo. Para hacerlo, utiliza bicarbonato, lo que genera dióxido de carbono extra que debe ser eliminado a través de la respiración.

En condiciones normales, el cuerpo regula la respiración para mantener estables los niveles de dióxido de carbono en la sangre. Pero cuando el ejercicio es muy intenso y se supera la capacidad de usar oxígeno eficientemente (lo que se llama capacidad aeróbica), se activa una vía de energía que no necesita oxígeno, llamada glucólisis anaeróbica. Esto genera acidez en la sangre, y el cuerpo responde aumentando la respiración para expulsar más dióxido de carbono y compensar el desequilibrio.

En ejercicios extremos o de alta intensidad, el pH de la sangre (una medida del equilibrio ácido-base) puede bajar. En esfuerzos prolongados, este valor se mantiene entre 7.20 y 7.30, pero en entrenamientos muy cortos e intensos, puede llegar a 7.15 o menos, lo que indica un estado de acidosis metabólica parcialmente compensada.

Este tipo de alteraciones internas contribuye directamente a la aparición de un fenómeno bien conocido por cualquier persona que hace ejercicio: la fatiga.

¿Cuándo llega la fatiga?

La fatiga es esa sensación de cansancio, agotamiento o falta de energía que aparece durante el ejercicio. Esta no proviene únicamente de los músculos, sino que también involucra al sistema nervioso. Cuando se origina directamente en los músculos, se conoce como fatiga periférica, y suele depender de la intensidad y duración del ejercicio. Entre los factores que la provocan se encuentran:

  • La acumulación de subproductos metabólicos, como el ácido láctico.

  • El agotamiento de las reservas de energía, especialmente el glucógeno.

  • La disminución de aminoácidos necesarios para formar glucógeno y mantener la función muscular.

Correr no solo activa tus piernas: también pone en marcha un complejo sistema de respuestas internas que involucra a tus músculos, pulmones y corazón. Cada zancada desencadena ajustes precisos que ayudan a mantener el equilibrio en tu organismo y sostener el rendimiento.

Comprender cómo responde el cuerpo al ejercicio es el primer paso para valorar los beneficios reales del running, tanto en la salud física como en la metabólica y mental. Y aunque muchas de estas respuestas se perciben, también pueden medirse. Existen estudios de laboratorio y gabinete desde una biometría hemática hasta una prueba de esfuerzo que permiten conocer cómo se adapta tu cuerpo al ejercicio. Estos análisis ayudan a los profesionales de la salud a identificar alteraciones (buenas o malas) en los niveles de glucosa, perfil de lípidos, función respiratoria, entre otros.

En otro blog abordaremos los beneficios de correr y su impacto positivo en la salud integral.

 

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Por: Dra. Gema Nandaí Nájera Valdez

          Ced. Prof. 13591084

          Escuela Superior de Medicina, I.P.N.

Elaborado: mayo 2025

Referencias bibliográficas

  1. Calderón Montero, F. J. (2015). El fundamento de la fisiología del ejercicio. Archivos de Medicina del Deporte, 32(3), 169–176. https://archivosdemedicinadeldeporte.com/articulos/upload/rev2_calderon.pdf

  2. Kaminsky D.A.  (2025). Fisiología del ejercicio. En UpToDate, McCormack MC (Ed) & Dieffenbach P (Ed). Recuperado el 15 de mayo de 2025, de  https://www.uptodate.com/contents/exercise-physiology

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