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Resistencia a la insulina | ¿Qué es?

Es la fotografía de un modelo anatómico del páncreas y un especialista de la salud esta señalándolo. El especialista tiene una bata azul claro.

La resistencia a la insulina es un trastorno metabólico en el que las células del cuerpo dejan de responder eficazmente a la presencia de insulina, una hormona clave en la regulación de los niveles de glucosa en la sangre. Esta condición puede llevar a un aumento sostenido de la glucosa en la sangre y al desarrollo de enfermedades como la prediabetes y la diabetes tipo 2. 

Normalmente, cuando el organismo detecta un exceso de glucosa, el páncreas libera insulina para facilitar su absorción en las células. Sin embargo, en la resistencia a la insulina, estas células se vuelven menos receptivas, lo que provoca que el páncreas produzca más insulina en un intento de compensar esta insensibilidad. Con el tiempo, el páncreas puede agotarse, lo que agrava el problema y contribuye a la hiperglucemia (niveles altos de glucosa). 

Este trastorno no solo afecta el metabolismo de la glucosa, sino que también está relacionado con la obesidad, el síndrome metabólico y enfermedades cardiovasculares. Además, puede estar presente en diversas condiciones clínicas como el síndrome de ovario poliquístico (SOP), enfermedades hepáticas y trastornos hormonales. 

Dado que la resistencia a la insulina es un factor clave en el desarrollo de varias enfermedades crónicas, su detección temprana y tratamiento adecuado son fundamentales para prevenir complicaciones a largo plazo. 

Causas 

La resistencia a la insulina es el resultado de una combinación de factores genéticos y ambientales que afectan la capacidad del cuerpo para responder a la insulina de manera eficiente. Entre las principales causas se encuentran las siguientes:

Obesidad y distribución anormal de la grasa corporal: el exceso de grasa, especialmente en la región abdominal, es un factor clave en la resistencia a la insulina. La acumulación de tejido adiposo en el abdomen y los órganos internos (grasa visceral) contribuye a la inflamación crónica y a la alteración de la señalización de la insulina (proceso por el cual la insulina transmite señales a las células para regular diversas funciones metabólicas), lo que dificulta la absorción de glucosa por las células. 

Estilo de vida sedentario: la inactividad física reduce la sensibilidad a la insulina, ya que el ejercicio ayuda a que las células musculares absorban la glucosa de manera más eficiente. Las personas con hábitos sedentarios tienen un mayor riesgo de desarrollar resistencia a la insulina y, posteriormente, diabetes tipo 2. 

Dieta desequilibrada: el consumo excesivo de alimentos procesados, bebidas azucaradas y harinas refinadas provoca picos en los niveles de glucosa en sangre, lo que obliga al páncreas a producir grandes cantidades de insulina. Con el tiempo, esta sobreproducción lleva a una menor respuesta celular a la insulina.

Factores genéticos y antecedentes familiares: tener familiares con diabetes tipo 2 incrementa el riesgo de desarrollar este trastorno debido a la herencia de mecanismos alterados en la señalización de la insulina. 

Inflamación crónica y estrés oxidativo: la inflamación sistémica de bajo grado causada por una mala alimentación, obesidad y falta de actividad física interfiere con la función de la insulina. Además, el estrés oxidativo daña las células y afecta la señalización normal de esta hormona, lo que contribuye a la resistencia a la insulina. 

Trastornos hormonales y enfermedades asociadas: algunas condiciones médicas como el síndrome de ovario poliquístico (SOP), la enfermedad hepática grasa no alcohólica y el hipotiroidismo pueden estar relacionadas con la resistencia a la insulina debido a alteraciones en la regulación hormonal del metabolismo de la glucosa. 

Uso prolongado de ciertos medicamentos: como corticosteroides, antipsicóticos y algunos antirretrovirales, puede interferir con la función de la insulina, lo que aumenta el riesgo de resistencia y alteraciones metabólicas. 

Estas causas pueden actuar de manera aislada o en conjunto, contribuyendo a la disminución de la sensibilidad de las células a la insulina y al desarrollo de enfermedades metabólicas.

Diagnóstico

El diagnóstico de la resistencia a la insulina es fundamental para prevenir el desarrollo de enfermedades metabólicas como la prediabetes y la diabetes tipo 2. Actualmente, existen diversas pruebas de laboratorio que permiten evaluar esta condición, entre las cuales destacan las siguientes:

  • Quantose IR: es una prueba avanzada de laboratorio diseñada para detectar resistencia a la insulina en sus etapas tempranas y evaluar el riesgo de desarrollar prediabetes y diabetes tipo 2. Se basa en la medición de biomarcadores específicos que reflejan la sensibilidad a la insulina en el organismo.

    A diferencia de otros métodos tradicionales, como la prueba de tolerancia a la glucosa, Quantose IR proporciona una visión más detallada del riesgo metabólico del paciente. Esto permite identificar a personas que pueden estar en las primeras fases de resistencia a la insulina, incluso antes de que presenten niveles elevados de glucosa en sangre, lo que facilita una intervención temprana. 

  • HOMA-IR (Homeostasis Model Assessment of Insulin Resistance): es una de las herramientas más utilizadas para evaluar la resistencia a la insulina. Se basa en un cálculo matemático que utiliza los valores de glucosa e insulina en ayunas para estimar la sensibilidad a la insulina y la función pancreática. Un resultado elevado en el índice HOMA-IR indica una mayor resistencia a la insulina, lo que puede ser un indicador temprano de diabetes tipo 2 y trastornos metabólicos. 

Complicaciones

La resistencia a la insulina no solo afecta el metabolismo de la glucosa, sino que también puede desencadenar una serie de complicaciones que impactan la salud en general. Sin un manejo adecuado, esta condición puede evolucionar hacia enfermedades crónicas que aumentan el riesgo de discapacidad y muerte prematura como:

  • Prediabetes: condición en la que los niveles de glucosa en sangre son más altos de lo normal, pero no lo suficientemente elevados como para ser diagnosticados como diabetes tipo 2.

    Diabetes tipo 2: el cuerpo pierde la capacidad de regular eficazmente los niveles de glucosa en sangre, lo que genera hiperglucemia crónica. Con el tiempo, esto puede provocar daños en órganos como los riñones, los ojos y el corazón.

  • Enfermedades cardiovasculares: la resistencia a la insulina está estrechamente relacionada con el síndrome metabólico, un conjunto de factores de riesgo que incluyen obesidad abdominal, hipertensión arterial, niveles elevados de triglicéridos y colesterol HDL bajo. Estos factores contribuyen a la aterosclerosis, una enfermedad en la que las arterias se endurecen y estrechan debido a la acumulación de placas, aumentando el riesgo de infartos y accidentes cerebrovasculares. 

  • Hipertensión y problemas vasculares: puede provocar retención de sodio y agua, lo que contribuye al aumento de la presión arterial. Además, la disfunción endotelial causada por la resistencia a la insulina reduce la elasticidad de los vasos sanguíneos, aumentando el riesgo de hipertensión y otros problemas circulatorios.

  • Enfermedades hepáticas: el hígado es otro órgano afectado por la resistencia a la insulina. Esta condición está relacionada con la enfermedad hepática grasa no alcohólica (EHGNA), en la que se acumula grasa en el hígado, lo que puede evolucionar a inflamación (esteatohepatitis) y, en casos severos, a cirrosis hepática. Se ha demostrado que la resistencia a la insulina juega un papel clave en la progresión de esta enfermedad.

  • Afectaciones neurológicas y deterioro cognitivo: puede afectar la función cerebral y aumentar el riesgo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Se cree que la insulina tiene un papel en la regulación de la memoria y el aprendizaje, y su alteración podría estar relacionada con el deterioro cognitivo en la vejez.

Debido a la amplia gama de complicaciones asociadas con la resistencia a la insulina, es fundamental detectarla y tratarla a tiempo mediante cambios en el estilo de vida, control médico y, en algunos casos, el uso de medicamentos para mejorar la sensibilidad a la insulina.

 

Podemos concluir que la resistencia a la insulina es una condición metabólica compleja que, si no se detecta y trata a tiempo, puede evolucionar hacia enfermedades graves como la diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y trastornos hormonales. Su origen está ligado a múltiples factores, incluyendo la obesidad, el sedentarismo, la dieta inadecuada y la predisposición genética, lo que hace fundamental una evaluación médica temprana y precisa.

El diagnóstico oportuno mediante pruebas especializadas como Quantose IR y HOMA-IR permite identificar a los pacientes en riesgo antes de que presenten síntomas evidentes. Esto brinda la oportunidad de implementar estrategias preventivas efectivas, como modificaciones en la alimentación, actividad física y, en algunos casos, tratamientos farmacológicos dirigidos a mejorar la sensibilidad a la insulina.

Dado su impacto en la salud a largo plazo, el control de la resistencia a la insulina debe ser una prioridad en la prevención de enfermedades metabólicas. La adopción de un estilo de vida saludable, basado en una dieta balanceada y ejercicio regular, es clave para mejorar la respuesta del cuerpo a la insulina y reducir el riesgo de complicaciones. Con un monitoreo adecuado y cambios en los hábitos diarios, es posible revertir esta condición y mejorar la calidad de vida de los pacientes.

 

Por: Dra. Gema Nandaí Nájera Valdez

          Ced. Prof. 13591084

          Escuela Superior de Medicina, I.P.N. 

Revisado/Modificado: febrero 2025

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