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Protección solar | Cuidado para niños

Es una fotografía de un niño sentado en la orilla del mar, viste un gorro blanco de tela y una playera roja con rayas horizontales blancas.

La temporada de vacaciones es uno de los momentos más esperados del año para los niños. Es tiempo de descanso, juego y exploración al aire libre, lo que implica también una mayor exposición al sol, al agua y a nuevos entornos. Ya sea en casa, en la playa o en la montaña, es fundamental que los adultos estén atentos a los posibles riesgos asociados a esta época, desde golpes de calor hasta accidentes domésticos, para que los más pequeños puedan disfrutar con seguridad. 

Durante este periodo, también se rompen las rutinas escolares, lo que obliga al cuerpo de los niños a adaptarse a nuevos horarios, climas y actividades. Es por ello que resulta clave implementar medidas preventivas, especialmente frente a la exposición solar, uno de los factores de riesgo más altos durante la primavera y el verano. 

Además del aspecto físico, no debemos olvidar el bienestar emocional. Las vacaciones también deben ser un espacio para fomentar la salud mental, con actividades recreativas y momentos de calidad en familia, que refuercen la autoestima y la resiliencia en la infancia.

Importancia del cuidado de la piel en niños

La piel infantil es más delgada y sensible que la de los adultos, lo que la hace más vulnerable a los efectos dañinos de la radiación ultravioleta (UV). Incluso en días nublados o frescos, los rayos UV pueden penetrar la piel y causar quemaduras, envejecimiento prematuro y, a largo plazo, aumentar el riesgo de cáncer de piel. Por eso, la protección, no debe limitarse a los días de playa, sino formar parte de la rutina diaria de cuidado, desde los primeros años de vida. 

Una quemadura solar en la infancia no solo genera dolor, enrojecimiento o descamación; también puede dejar manchas permanentes en la piel. Estudios han demostrado que más del 80% de la exposición solar acumulada ocurre antes de los 18 años, por lo que proteger a los niños hoy es clave para prevenir enfermedades graves en la adultez. 

La exposición solar inadecuada en los primeros años de vida también puede contribuir a un golpe de calor, que en niños puede ser especialmente grave debido a su menor capacidad para regular la temperatura corporal. En casos severos, puede haber daño cerebral, renal y cardiaco. Los menores de cinco años, especialmente los lactantes, están dentro de los grupos más vulnerables. 

Además, la combinación de sol y calor incrementa el riesgo de enfermedades comunes durante esta época del año, como otitis (inflamación del oído), conjuntivitis (inflamación de la conjuntiva, membrana transparente que cubre la parte blanca del ojo), insolación o reacciones cutáneas. 

Es importante recalcar que, independientemente del tono de piel, todos los niños deben usar protector solar. La melanina (pigmento de la piel que se encarga de dar su color) natural no es suficiente para bloquear los rayos UV, y cualquier bronceado o quemadura representa un daño cutáneo. Por eso, los pediatras recomiendan protectores de amplio espectro, con FPS 30 o superior, resistentes al agua y aplicados al menos cada dos horas. 

Finalmente, la protección solar no solo debe centrarse en la piel. Los ojos de los niños también necesitan protección frente a la radiación UV, que puede causar lesiones oculares e incrementar el riesgo de cataratas en la adultez. Unas gafas con filtro UV y un sombrero de ala ancha pueden marcar la diferencia durante los días más soleados. 

Tipos de quemaduras por el sol en niños

La exposición directa e inadecuada al sol puede provocar diferentes tipos de quemaduras solares en la piel de los pequeños en estas vacaciones, dependiendo de la intensidad de la radiación ultravioleta (UV), el tiempo de exposición y la sensibilidad propia de cada niño. Estas quemaduras no solo representan un daño cutáneo inmediato, también pueden tener consecuencias acumulativas y duraderas en la salud dermatológica. 

A continuación, las abordaremos con más detalle:

  • Quemadura de primer grado: este es el tipo más común de quemadura solar en niños. Se manifiesta con enrojecimiento, dolor leve a moderado, hinchazón y sensación de calor al tacto en la piel. Aunque afecta solo la capa superficial (epidermis), puede causar molestia significativa y es una señal clara de que la piel ya ha sufrido daño por radiación UV. Generalmente, la piel se empieza a pelar entre el tercer y el séptimo día después de la exposición. 

  • Quemadura de segundo grado: cuando la exposición solar es más prolongada o intensa, aparece este tipo de quemadura. Se caracteriza por la aparición de ampollas, ardor intenso, inflamación y una piel muy sensible al tacto. En estos casos, el daño alcanza la dermis, y si no se trata adecuadamente, puede dejar cicatrices o pigmentaciones. Es importante no reventar las ampollas y acudir a un médico si aparecen signos de infección como pus o fiebre. 

  • Quemaduras con riesgo de deshidratación o golpe de calor: en ciertos casos, sobre todo en niños muy pequeños o en quienes han estado expuestos al sol durante varias horas sin protección adecuada, las quemaduras solares se acompañan de síntomas generales como fiebre, vómito o irritabilidad. Estos signos pueden indicar una afectación sistémica como la deshidratación o el inicio de un golpe de calor, condiciones que requieren atención médica urgente. 

  • Quemaduras invisibles pero acumulativas: existe un tipo de “quemadura invisible” que no genera molestias inmediatas, pero que representa una agresión silenciosa a las células de la piel. Es causada por exposiciones frecuentes sin síntomas aparentes. A largo plazo, este tipo de daño puede alterar el ADN celular y favorecer el desarrollo de diferentes tipos de cáncer de piel en la adultez, como el carcinoma basocelular o el melanoma, incluso si no se han presentado quemaduras visibles repetidas. 

Por estas razones, es crucial no subestimar ninguna quemadura solar, por leve que parezca, y adoptar medidas preventivas estrictas.

Consecuencias del mal cuidado de la piel en vacaciones en niños

Las vacaciones representan una época de exposición prolongada al sol, lo que convierte este periodo en un punto crítico para el cuidado de la piel infantil. Cuando no se aplican medidas de fotoprotección adecuadas. Algunas de las consecuencias pueden ser: 

  • Mayor riesgo de cáncer de piel en la vida adulta: la exposición excesiva a la radiación ultravioleta (UV), especialmente durante los primeros 18 años de vida, se ha identificado como uno de los principales factores de riesgo para carcinomas como el melanoma, el carcinoma basocelular y el carcinoma espinocelular.

    En particular, el melanoma es una forma agresiva de cáncer de piel que puede surgir a partir de células que han sido repetidamente dañadas por la radiación UV. Aunque representa un menor porcentaje de los casos, es responsable de la mayoría de muertes por cáncer de piel debido a su alta capacidad de diseminación. 

  • Quemaduras más intensas: la piel infantil, contiene menos melanina protectora, es especialmente susceptible a los efectos de los rayos UV. 

  • Daño celular directo: la exposición solar puede producir mutaciones en el ADN de las células de la piel, alterando su capacidad de reparación y desencadenando procesos oncogénicos. Estas alteraciones pueden no ser evidentes de inmediato, pero quedan almacenadas en la memoria celular, aumentando la vulnerabilidad con cada nueva exposición. 

El mal cuidado de la piel durante las vacaciones no es un problema estético temporal, sino un riesgo real y acumulativo para la salud futura de los niños. Por ello, inculcar hábitos de fotoprotección desde la infancia no solo previene quemaduras, sino que constituye una herramienta poderosa en la prevención del cáncer de piel.

Alergias por el sol

No todos los efectos del sol sobre la piel son inmediatos o evidentes. En algunos niños, la exposición a la radiación ultravioleta (UV) puede desencadenar reacciones alérgicas cutáneas, especialmente en aquellos con piel sensible o con antecedentes dermatológicos como dermatitis atópica. Esta condición inflamatoria crónica de la piel no solo altera la barrera cutánea, sino que también hace que los niños sean más propensos a la fotosensibilidad, es decir, una reacción exagerada de la piel ante el sol. 

La fotosensibilidad puede expresarse como picazón intensa, enrojecimiento, erupciones o ampollas, incluso tras una exposición solar breve. En el caso de niños con dermatitis atópica, esta sensibilidad se acentúa aún más, ya que su piel no tolera cualquier tipo de producto tópico. De hecho, muchas cremas solares pueden contener ingredientes como perfumes, conservantes o filtros químicos que agravan su condición. Por ello, los expertos recomiendan el uso de fotoprotectores físicos o minerales, con fórmulas hipoalergénicas y sin fragancia. 

Entre las alergias cutáneas inducidas por el sol más comunes en la infancia, se encuentran:

  • Erupción polimorfa lumínica (EPL): es una de las formas más frecuentes de alergia al sol en niños. Aparece en las primeras horas tras la exposición solar y se manifiesta como pequeñas protuberancias rojas, a veces con picazón, en zonas expuestas como cuello, rostro o antebrazos. Aunque no es grave, puede causar molestias importantes y repetirse cada vez que el niño se expone sin protección. 

  • Urticaria solar: se trata de una reacción alérgica inmediata al contacto con los rayos solares, donde la piel desarrolla ronchas elevadas y enrojecidas que pican intensamente. Puede aparecer en solo minutos y desaparecer al retirarse de la exposición. Aunque es menos común en niños que en adultos, puede estar asociada a predisposición genética o a ciertas enfermedades autoinmunes. 

  • Fotodermatitis por contacto: ocurre cuando una sustancia entra en contacto con la piel como perfumes, plantas, medicamentos tópicos o cosméticos, y reacciona con la radiación solar y provoca una dermatitis intensa. En niños, puede observarse tras el contacto con jugos cítricos (como el limón) en la piel, lo que genera manchas oscuras y lesiones tras la exposición solar. Esta reacción se conoce como fitofotodermatitis.

En todos los casos, la clave está en prevenir antes que tratar. Los niños con antecedentes de alergias cutáneas, piel sensible o fotosensibilidad deben tener un seguimiento dermatológico y contar con un plan de fotoprotección personalizado.

Prevención para el cuidado

Prevenir las quemaduras solares en niños no solo implica el uso puntual de protector solar, sino el desarrollo de un enfoque integral que combine cuidado cutáneo, hidratación y vigilancia constante. La piel infantil tiene una barrera cutánea aún en formación, requiriendo protección activa frente a los rayos UV. 

  • Protección solar: preparar la piel antes de la exposición solar, utilizando bloqueadores solares de amplio espectro, resistentes al agua y con FPS de al menos 30. Estos deben aplicarse 30 minutos antes de salir y reaplicarse cada dos horas o después de nadar o sudar. 

  • Ropa adecuada: se recomienda complementar esta protección con ropa liviana de manga larga, sombreros de ala ancha y gafas con filtro UV, para reducir el impacto directo del sol.

  • Hidratación de la piel: además del protector solar, el uso de un buen hidratante de piel como cremas o lociones, especialmente después de la exposición solar ayuda a restaurar la barrera cutánea y prevenir la descamación o irritación. Es fundamental elegir productos hipoalergénicos, sin fragancias, y adecuados para la edad y tipo de piel del niño, sobre todo si tiene afecciones como dermatitis atópica. 

  • Beber suficiente agua: la hidratación interna es igual de importante. Durante los días calurosos o tras actividad física, los niños deben consumir agua con frecuencia, incluso si no manifiestan sed. El agua regula la temperatura corporal, previene la deshidratación y contribuye al buen estado de la piel. Es importante que se beba agua o bebidas hidratantes que no contengan azúcares. 

  • Horario de exposición al sol:  limitar la exposición al sol durante las horas de mayor radiación, entre las 10:00 a. m. y las 4:00 p. m. 

La piel de los niños es delicada, vulnerable y altamente susceptible al daño solar, especialmente durante las vacaciones, cuando la exposición al sol se intensifica. Cada quemadura, cada descuido y cada exposición prolongada sin protección puede dejar una huella permanente que se manifieste años más tarde en forma de enfermedades dermatológicas graves, como el cáncer de piel.

La fotoprotección no debe entenderse como una medida temporal, sino como un hábito cotidiano que debe inculcarse desde la infancia. Utilizar el protector solar adecuado, mantener la piel bien hidratada, elegir los horarios correctos para estar al aire libre y cuidar de manera especial a los niños con piel sensible o condiciones previas como dermatitis atópica, son acciones fundamentales para garantizar su bienestar.

Educar en el cuidado solar no solo previene quemaduras, alergias o golpes de calor: forma parte de una cultura de salud preventiva que los acompañará toda la vida. Cuidar su piel hoy es proteger su salud mañana.

 

Por: Dra. Gema Nandaí Nájera Valdez

          Ced. Prof. 13591084

          Escuela Superior de Medicina, I.P.N. 

Revisado/Modificado: abril 2025

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