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Alergias en la piel | Pruebas de laboratorio

Es una fotografía de una mano con ronchas rojas y esta señalando con su otra mano las ronchas.

Nuestra piel no solo nos protege del entorno, también refleja lo que sucede en nuestro interior. A veces, esa señal llega en forma de enrojecimiento, picazón o erupción cutánea (sarpullido). Lo que para algunos es una simple molestia, para otras personas puede ser el indicio de una alergia cutánea, es decir, una respuesta desproporcionada del sistema inmunológico ante sustancias aparentemente inofensivas. Identificar la causa de estas reacciones no siempre es sencillo, pero hoy en día contamos con pruebas de laboratorio que facilitan un diagnóstico preciso y seguro.

¿Por qué se desarrollan las alergias cutáneas?

Las alergias de la piel surgen cuando el sistema inmunológico interpreta erróneamente que una sustancia externa representa una amenaza. Estas sustancias, conocidas como alérgenos, pueden encontrarse en productos cotidianos como cosméticos, jabones, metales, plantas, tejidos o medicamentos. Al entrar en contacto con la piel, desencadenan una serie de reacciones inflamatorias visibles que pueden incluir enrojecimiento, comezón, ampollas o descamación.

Este tipo de respuesta no siempre se presenta desde el primer contacto. El cuerpo necesita, en la mayoría de los casos, una exposición inicial para "reconocer" la sustancia como peligrosa. A este primer encuentro se le conoce como fase de sensibilización. Durante esta etapa, las células inmunitarias de la piel capturan el alérgeno y lo presentan a los linfocitos T, lo que lleva a la producción de anticuerpos tipo IgE, que quedan listos para futuras exposiciones.

Cuando la persona vuelve a entrar en contacto con ese mismo alérgeno, se activa la fase efectora, en la que los anticuerpos IgE desencadenan una liberación de sustancias como histamina. Esto provoca inflamación, ardor o urticaria en la zona afectada.

La gravedad de la reacción puede variar ampliamente de una persona a otra y depende de diversos factores: la concentración del alérgeno, el tiempo de exposición, el estado de la piel (si está lesionada o seca), y la predisposición genética. Mientras algunos desarrollan reacciones intensas con una pequeña cantidad de alérgeno, otros pueden requerir una exposición más prolongada.

El diagnóstico en manos del laboratorio

Identificar la causa exacta de una alergia cutánea no siempre es sencillo. Históricamente, los profesionales de la salud han recurrido a pruebas como el prick test (punción en la piel), las pruebas intradérmicas o los patch tests (pruebas epicutáneas), que consisten en aplicar alérgenos directamente sobre la piel y observar la reacción en un plazo corto de tiempo.

Estas técnicas son útiles, pero requieren condiciones controladas y no siempre están disponibles en todos los centros de atención. Por ello, en la práctica clínica actual han cobrado especial relevancia las pruebas de laboratorio como el ImmunoCAP, una herramienta eficaz que detecta anticuerpos IgE específicos en sangre. Este método permite evaluar múltiples alérgenos, tanto alimentarios como respiratorios, sin necesidad de aplicar sustancias sobre la piel, lo cual resulta especialmente útil en pacientes con afecciones cutáneas activas o con uso reciente de antihistamínicos.

Lo interesante del ImmunoCAP es que su utilidad va más allá de las alergias respiratorias. Muchas reacciones alimentarias o por inhalación se manifiestan también en la piel, ya sea como urticaria, eccema o dermatitis atópica. En esos casos, un análisis de sangre puede ser clave para relacionar los síntomas dermatológicos con un componente inmunológico subyacente.

Gracias a estas pruebas, se logra una mejor comprensión del origen de los síntomas y se facilita un tratamiento individualizado. Además, al no depender de las condiciones cutáneas del momento, pueden realizarse incluso cuando la piel está inflamada o lesionada.

Productos útiles para el cuidado de la piel alérgica

El tratamiento de las alergias cutáneas no solo se basa en evitar el alérgeno identificado, sino también en proteger y fortalecer la barrera cutánea. Existen productos dermatológicos que pueden complementar el cuidado diario y ayudar a prevenir nuevas reacciones, siempre bajo indicación médica.

Las cremas hidratantes hipoalergénicas, libres de perfumes o colorantes, son esenciales para mantener la piel nutrida y resistente. Su aplicación regular, especialmente después del baño, ayuda a disminuir la sequedad, calmar la irritación y prevenir brotes recurrentes.

Además, los emolientes con activos calmantes pueden ser útiles en casos de descamación leve o zonas con prurito persistente. Su uso no sustituye un tratamiento médico, pero sí puede mejorar la tolerancia cutánea a factores externos.

Otro aspecto importante es revisar los productos de higiene personal. Se recomienda utilizar jabones tipo syndet, es decir, sin detergentes agresivos, así como champús y lociones formuladas específicamente para piel sensible o alérgica. Estos productos ayudan a evitar la disrupción de la barrera cutánea y reducen el riesgo de reacciones posteriores.

Es importante enfatizar que ante la presencia de síntomas activos, como erupciones, lesiones, prurito intenso o ampollas, no se deben aplicar productos sin supervisión. El diagnóstico y tratamiento debe ser siempre realizado por un especialista en dermatología.

Cuidado diario: recomendaciones clave

Incorporar hábitos saludables de cuidado diario es una estrategia eficaz para controlar y prevenir las alergias en la piel. Estas son algunas prácticas recomendadas:

  1. Evitar el alérgeno identificado. Ya sea un metal, alimento, tejido o producto químico, el primer paso tras el diagnóstico es eliminar o minimizar la exposición.

  2. Hidratar con regularidad. Una piel hidratada tiene mayor capacidad de defensa frente a irritantes. Se recomienda usar cremas al menos dos veces al día, especialmente después del baño.

  3. Optar por una higiene suave. Usar productos dermatológicos sin fragancia, alcohol ni detergentes, y preferir duchas cortas con agua tibia.

  4. Proteger la piel del entorno. Factores como el frío, el calor extremo o la exposición al sol pueden agravar las reacciones alérgicas. Ropa cómoda, de algodón, y protección solar son aliados importantes.

  5. Evitar la automedicación. No aplicar cremas o ungüentos sin receta. Aunque los síntomas parezcan leves, la valoración médica es indispensable para evitar complicaciones.

  6. Cuidar el bienestar emocional. El estrés puede empeorar las afecciones cutáneas. Dormir bien, reducir la ansiedad y mantener rutinas saludables también beneficia a la piel.

  7. Acudir al dermatólogo con regularidad. El seguimiento profesional permite ajustar tratamientos y detectar cambios en la evolución clínica.

Un abordaje integral, desde la piel hasta el sistema inmunológico

La piel alérgica no solo requiere tratamientos tópicos. Comprender los mecanismos inmunológicos involucrados y apoyarse en herramientas diagnósticas confiables como el ImmunoCAP permite establecer un enfoque más completo y personalizado. Las pruebas de laboratorio no solo explican el origen de los síntomas, sino que también orientan decisiones clínicas que pueden transformar la calidad de vida del paciente.

Cada caso es único y requiere atención especializada. Al conjuntar el conocimiento clínico del profesional con un cuidado consciente por parte del paciente, es posible controlar la sintomatología y proteger la salud de la piel a largo plazo.

 

Por: Dra. Gema Nandaí Nájera Valdez

          Ced. Prof. 13591084

          Escuela Superior de Medicina, I.P.N. 

Revisado/Modificado: mayo 2025

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